Martí Vergoñós

Martí Vergoñós, de formación autodidáctica, fue de los pintores del corriente de los paisajistas del Empordà que desarrollaron su obra en los años setenta del siglo pasado.

El artista se inicia en Palafrugell como escenógrafo y decorador y dibujante de la cerámica de la empresa Vilà Clarà de la Bisbal del Empordà, aunque viajando tendrá la ocasión de trabajar con la decoración de la porcelana en Limoges.

En todo caso, su inicio artístico empezará en las playas de Calella de Palafrugell, sus barcas y sus pescadores. En esta época participará con los artistas locales, con Josep Puig, Maria Ribot y Modesto Cuixart, entre otros.

En 1976 el artista y Dídac García abren una galería en Palafrugell para exponer su obra. En aquella época en Modesto Cuixart le esperará para seguir trabajando.

El paisaje de finales de los años sesenta nos mostrará una estética impresionista y postimpresionista común a los pintores de la zona.

En 1976, se instaló en Roses y centra sus composiciones en la zona del Cabo de Creus, la zona de los Aiguamolls del Empordà, la bahía de Roses y los pueblos de la llanura del Empordà.

En esa época el artista comienza a centrarse en los detalles de la vegetación, los árboles y en una serie de obras representa la puerta de la barraca de pescadores que tiene en Cala Jóncols. En este proceso se irá acercando al expresionismo y las figuras mostrarán un punto ingenuo y naíf.

Durante los años 80 y 90 trabaja de cara a la naturaleza los referentes del grupo 69 que representan la renovación de la escuela ampurdanesa, ligada a un Empordà mitológico y mágico.

Vergoñós muestra un paisaje con contrapicado y pincelada delgada que aparece dentro de una especie de escenario. Las escenas de mercado, de bares, del palco de pescadores y, sobre todo, las imágenes del carnaval de Roses, le acercan a un arte popular, manchado de pigmento, con toques fauvistas.

Vergoñós es un pintor vital, conectado con la gente y con su cotidianidad, amigo de los pescadores y de la gente que le rodea.

Es un pintor de mirada romántica, manchada de pigmento, que refleja un Empordà que todavía no ha sufrido la transformación del paisaje debido al turismo y de la construcción desmedida.